martes, 27 de mayo de 2008

Educación

Uno de los requerimientos más frecuentes en el reclutamiento de nuevos empleados es tener estudios secundarios, aun para el desarrollo de tareas en las que antes no se exigían.

Desde hace un tiempo trabajo como docente en el programa “Una nueva oportunidad”, destinado a facilitar a los empleados públicos y beneficiarios de planes sociales completar sus estudios secundarios.
Las clases se dictan cinco días a la semana en las sedes habilitadas por el Ministerio de Educación y el Instituto Provincial de la Administración Pública, responsables de la implementación del programa.
La tarea docente me ha permitido conocer a muchos adultos que hoy hacen un esfuerzo extraordinario para terminar la escuela. Se trata de personas que tienen obligaciones laborales y familiares durante el día y que cursan sus estudios por la noche. Me di cuenta de que no podía recurrir al esquema típico de dictar clase; sugerir material bibliográfico y tomar exámenes. Me di cuenta en una clase con el primer grupo de alumnos en 2006, donde al menos cinco de ellos tenían que levantarse antes de las seis de la mañana para ir a trabajar al otro día (eran casi las nueve de la noche). Otra estudiante estaba en el aula con uno de sus hijos, mientras su madre cuidaba otros dos en el patio de la escuela. Otros habían llegado unos minutos tarde porque se había retrasado el ómnibus que los traía de la zafra del limón.
La cuestión pedagógica se resolvió fácil: bastaba con tratarlos como lo que eran, adultos muy ocupados y cansados pero también muy interesados en aprender.
La cuestión social es la va a costar un poco más de tiempo y esfuerzo. Estos estudiantes van a tener un beneficio intangible: lo aprendido; y uno tangible: el título en la mano. Los dos les pueden dar acceso a más opciones a la hora de buscar empleo (en el caso de los beneficiarios de planes) y de aumentar sus salarios (en el caso de los empleados públicos).
Concluir el programa también da acceso a la educación universitaria. Pero en muchos casos los claustros no son un espacio que favorezca especialmente a quienes tienen que trabajar ocho (o seis o cuatro) horas diarias, además de cursar. Las exigencias de muchas carreras en cuanto a horarios, no en materia intelectual, pueden ahuyentar a los adultos con obligaciones laborales y familiares.
Está en nosotros, los que conocemos a un adulto con ganas de alcanzar su meta intelectual (sea terminar la escuela u obtener un título profesional), alentarlo a seguir y recordarle que la educación pública, laica y gratuita argentina se sostiene con el dinero del Estado y con el esfuerzo de los que se benefician de ella.

lunes, 26 de mayo de 2008

Hoy Sandino





Sandino y los pañales tienen una relación muy amorosa. No logré que el niño (que ya tiene más de 2 años y medio) haga pis en el baño. ¡Auxilio!

viernes, 23 de mayo de 2008

El necio




El Necio

Silvio Rodriguez

Para no hacer de mi ícono pedazos,
para salvarme entre únicos e impares,
para cederme un lugar en su Parnaso,
para darme un rinconcito en sus altares.
me vienen a convidar a arrepentirme,
me vienen a convidar a que no pierda,
mi vienen a convidar a indefinirme,
me vienen a convidar a tanta mierda.

Yo no sé lo que es el destino,
caminando fui lo que fui.
Allá Dios, que será divino.
Yo me muero como viví.

Yo quiero seguir jugando a lo perdido,
yo quiero ser a la zurda más que diestro,
yo quiero hacer un congreso del unido,
yo quiero rezar a fondo un hijonuestro.
Dirán que pasó de moda la locura,
dirán que la gente es mala y no merece,
mas yo seguiré soñando travesuras
(acaso multiplicar panes y peces).

Yo no sé lo que es el destino,
caminando fui lo que fui.
Allá Dios, que será divino.
Yo me muero como viví.

Dicen que me arrastrarán por sobre rocas
cuando la Revolución se venga abajo,
que machacarán mis manos y mi boca,
que me arrancarán los ojos y el badajo.
Será que la necedad parió conmigo,
la necedad de lo que hoy resulta necio:
la necedad de asumir al enemigo,
la necedad de vivir sin tener precio.

Yo no sé lo que es el destino,
caminando fui lo que fui.
Allá Dios, que será divino.
Yo me muero como viví.